Entre el románico y el hormigón: los tesoros arquitectónicos modernos de Zamora
Zamora celebra la Semana de la Arquitectura reivindicando su patrimonio moderno con sello DOCOMOMO
Imagen del Banco Castellano
Zamora es una ciudad reconocida en toda Europa por la fuerza de su patrimonio románico, pero guarda también otro tesoro, más discreto y reciente: una colección de edificios modernos del siglo XX que han sido distinguidos con el sello DOCOMOMO, un reconocimiento internacional que identifica las obras más relevantes del Movimiento Moderno. Durante la Semana de la Arquitectura, que pone el foco en la conservación del patrimonio construido y la mirada hacia las nuevas formas de habitar, la ciudad saca pecho también por estas joyas contemporáneas que definen una etapa esencial de su evolución urbana.
El término DOCOMOMO responde a las siglas en inglés de Documentation and Conservation of buildings, sites and neighbourhoods of the Modern Movement, una organización internacional creada en 1988 para catalogar, documentar y proteger la arquitectura moderna del siglo XX. En España y Portugal, la tarea se coordina a través de DOCOMOMO Ibérico, una fundación que reúne más de 3.000 edificios de valor singular, desde viviendas y colegios hasta fábricas o iglesias. Su inclusión en el registro no implica una figura legal de protección, pero sí otorga prestigio y reconocimiento, además de reforzar la conciencia sobre la necesidad de conservar una arquitectura que, pese a su juventud, ya forma parte del legado histórico.
En Zamora, diecisiete edificios figuran actualmente en el inventario DOCOMOMO. Son obras levantadas entre las décadas de 1930 y 1970, firmadas por arquitectos como Enrique Crespo, Adolfo Bobo, Lucas Espinosa Navarro, Alfonso Crespo o Alejandro de la Sota, nombres que contribuyeron decisivamente a modernizar la imagen de la ciudad durante el siglo pasado.
Entre los ejemplos más destacados se encuentran el Banco Castellano, en la avenida de Alfonso IX, obra de Adolfo Bobo y Salvador Álvarez Pardo, que luce ya una placa distintiva del movimiento; la Escuela Universitaria de Magisterio, proyectada en los años treinta por Antonio García Sánchez Blanco y Joaquín Muro Antón; o el Colegio de la Divina Providencia, diseñado en 1964 por el fraile arquitecto Francisco Coello de Portugal. También sobresalen el Edificio Neches, la Jefatura de Carreteras, las Viviendas Olmedode Alejandro de la Sota o las Viviendas Ramos, firmadas por Bobo y Espinosa Navarro, que introdujeron en la ciudad las líneas limpias, la funcionalidad y el uso de materiales como el hormigón y el vidrio característicos del modernismo arquitectónico.
No faltan tampoco conjuntos residenciales que marcaron la expansión urbana de mediados del siglo XX, como las Viviendas de la Obra Sindical del Hogar, el Edificio Colino o el Residencial Las Flores, en la calle San Pablo, que reflejan la transición hacia una arquitectura práctica y racional, adaptada a las nuevas necesidades sociales.
Más allá de la estética, estos edificios representan una época de optimismo y progreso. Son testigos del impulso modernizador de una ciudad que, sin renunciar a su historia, buscaba proyectarse hacia el futuro. La arquitectura del Movimiento Moderno supuso una ruptura con los estilos ornamentales del pasado, apostando por la simplicidad, la luz y la funcionalidad, valores que siguen siendo referencia para las generaciones actuales de arquitectos.
Durante la Semana de la Arquitectura, el reconocimiento DOCOMOMO cobra especial sentido. Sirve para recordar que el patrimonio no termina en los templos medievales ni en los palacios renacentistas. También lo conforman los bloques de viviendas, los colegios y los edificios administrativos que fueron símbolo de una nueva forma de entender la ciudad y la vida urbana. Poner en valor este legado reciente es, en palabras de los expertos, una manera de “conservar la memoria de la modernidad” y de reconocer la identidad arquitectónica de Zamora en todas sus épocas.
El reto, ahora, está en preservar estos edificios frente al abandono o las reformas inadecuadas. Muchos de ellos han sufrido alteraciones con el paso de los años, perdiendo parte de su autenticidad. Otros, sin embargo, mantienen intacta su esencia y comienzan a recibir la atención que merecen gracias al trabajo de instituciones, colegios profesionales y asociaciones culturales.
Zamora, que siempre ha mirado con orgullo a su pasado medieval, empieza así a reivindicar con la misma convicción su herencia moderna. En el marco de la Semana de la Arquitectura, este reconocimiento cobra una dimensión doble: mirar atrás para proteger y mirar adelante para seguir construyendo con respeto a lo que ya forma parte de su historia reciente.
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